Es increíble lo pragmático que resulta la aplicación de esta norma. Básicamente, la misma determina que "tarde o temprano, una discusión se degenera en que una de las partes acuse o compare a la otra con hitler o los nazis"
Bajo esta premisa, por ejemplo, si alguien dijera "los transplantes de corazón son un invento nazi", todo el mundo protestaría para que lo prohibieran, o si dijeran "ese quiosquero le vendía alfajores a Onganía", de seguro el mencionado comercio sería escrachado (o algo así)
Pero si lo analizamos en su sentido más puro, podríamos asumir que todo se reduce a utilizar un determinado recurso emotivo para ganar adeptos hacia una causa, tal y como se ejemplifica en este feo comic:
Lista de palabras y conceptos clave para ganar apoyo moral:
censura, ecología, desprecio a la humanidad en tono pensativo, hipocrecía (muy de moda entre los adolescentes), tabú, homosexual, etcétera.
Sin ir más lejos, tenemos (en la nación Argentina) el caso de Clarín/El Estado, en el cual cada quien tiene la manera de interpretar al otro como promotor de dictaduras y etcétera.
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